La tríada perfecta

No es casualidad que una religión como la cristiana escogiera el tres para simbolizarse.

El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, tres componentes distintos pero los tres forman parte de un todo que es Dios. Si uno de los tres fallara, el equilibrio se acabaría.

Pensemos en un triángulo. Es la imagen misma de la perfección. Según los expertos, agrupar las cosas en grupos de tres es el patrón más sencillo que nuestra mente puede retener. Agrupar las cosas de tres en tres, por decirlo de una manera coloquial, le sienta bien a nuestro cerebro.

La narrativa tiene como premisa el tres: planteamiento, nudo y desenlace. Esa configuración el antes, el durante y el después se puede aplicar a todo en esta vida.

Sentando las bases discursivas

Aunque no seamos conscientes de ello, o lo desconozcamos, la mujer siempre ha estado ligada a la magia, a lo esotérico y a lo sobrenatural. Estos esquemas vienen repitiéndose desde la Antigüedad y siempre muy presentes en el imaginario colectivo.

En la Grecia clásica, el tres ligado a la mujer se repite en alguno de los mitos más famosos o en algunos de los personajes más célebres.

Unas de las hermanas más conocidas de la mitología son las Cárites, o las Gracias, que también tienen sus opuestas en el mundo oscuro con las Parcas o las Moiras.

Las primeras eran Aglaya (‘Belleza’), Eufrósine (‘Júbilo’) y Talia (‘Abundancia’) y las segundas Cloto (La Hilandera), Láquesis (La que echa a suertes) y Átropos (La inevitable). Estas últimas son las que se encargaban de controlar el destino de los humanos: tejiendo el hilo de su vida, vigilándolos y por último, cortándolo.

Imprescindibles en esta concepción son las tres diosas griegas que protagonizaron el Juicio de Paris. En él, el príncipe troyano que debía entregarle la manzana dorada de la discordia a la diosa más bella. Afrodita (Diosa del Amor), Atenea (Diosa de la sabiduría), y Hera (Reina del Olimpo) eran las participantes. La primera le ofreció el amor de la mujer más hermosa (Helena de Esparta, luego de Troya… ejem), la segunda, ganar todas las batallas que librara, y la última, todo el poder que pudiera desear.

¿Y esto qué tiene que ver con la ficción actual?

Para entender qué simbolizan esas tres mujeres que encontramos en series como Embrujadas, Friends o Big Little Lies hay que trazar una línea en los tres (qué curioso) ejemplos anteriores con algo que forma parte nuestra vida: las tres edades de la mujer.

La Doncella

Evidentemente equivale a la juventud. La doncella es esa muchacha que está empezando a vivir y que tiene unos atributos propios de su edad: la belleza, la inocencia, la frescura, el atolondramiento.

Esa chica cool, «la guapa», está obviamente inspirada en Afrodita, Aglaya y Cloto. Sí, Cloto también porque simboliza el principio de la vida. Y al mismo tiempo, esa chica de la que todos se enamoran y todas envidian, simboliza el futuro.

La doncella vive el presente sin preocuparse por el antes ni por el después y eso es precisamente lo que la liga al futuro: una actitud adolescente.

Rachel Green de Friends es la perfecta doncella.

Comienza la serie siendo una chica que siempre ha estado protegida y ha sido admirada por todos. Ser la doncella está repleto de ventajas inmediatas pero también de inconvenientes porque puedes caer fácilmente en la frivolidad y el egoísmo.

Como ocurría en la danza macabra con protagonistas femeninas, la doncella es un cuento con moraleja: puedes ser la más guapa, la guay pero si no te andas con ojo y eres una superficial y una dependiente no habrá futuro para ti. Céntrate, mona.

La Madre

Aunque resulte contradictorio, la madre simboliza el presente y no el futuro a pesar de estar intrínsecamente ligada a la maternidad. La madre puede o no tener hijos.

La madre es la mujer de bandera, «la fuerte» que sabe lo que quiere y que representa la madurez, la plenitud de la feminidad: sigue siendo hermosa pero ahora es firme.

La madre está completa y sabe quién es, eso es lo que le da el status de madre, el ser una figura de autoridad, un referente para los y las demás, no el tener criaturas.

La Madre es una fuerza de la Naturaleza y no consiente que nada le impida llegar a sus objetivos.

Siguiendo con Friends, Mónica Geller es la madre por excelencia. Estas mismas características también se pueden encontrar en el personaje de Madeline Mackenzie interpretado por Reese Witherspoon en ‘Big Little Lies‘, una fiera dispuesta a luchar hasta el final.

Son perfeccionistas, controladoras y mandonas, unas Heras en potencia, y por supuesto, nadie es más generosas que ellas, como Talia (La Abundancia) y como la Moira Láquesis se encarga de vigilar y de cuidar a los suyos como nadie.

La Vieja

La vieja es el pasado, la memoria y por lo tanto, la sabiduría. Ser la vieja en una serie de ficción no significa que seas la mayor, o que seas mayor, sino que eres «la lista».

Se puede ser vieja siendo joven, no por tener una actitud quejicosa, sino porque ya has experimentado en los primeros años de tu vida, lo que la mayoría de la gente experimenta a lo largo de la suya o directamente, ni si quiera experimenta.

Atenea es la vieja de las tres diosas que asisten al Juicio de París porque es la más sabia de todas, porque sabe lo importante que es en la vida aprender a ganar todas las batallas, pero también a perderlas. Esto explica también la relación  Eufrósine (‘Júbilo’) y Átropos (La inevitable).

La vieja conoce que lo que es la vida y sabe aprovechar sus alegrías, sin nunca perder de vista, que también es injusta e inesperada.

Y esa es Phoebe Buffay.

Aunque en la serie se usa como alivio cómico, en realidad la vida de Phoebe ha sido tremenda: su madre se suicidó, su hermana la repudia, tuvo que vivir en la calle etc…

Sin embargo, sabe relativizar las cosas y su espíritu dicharachero esconde una inteligencia inesperada.

La vieja tiene una inteligencia emocional que la ayuda a sobreponerse a los obstáculos con maestría: ya no le queda ni la inseguridad de la doncella ni el orgullo de la madre.

La doncella, la madre y la vieja son arquetipos que perviven desde los mitos griegos, los cuentos de hadas, y continúan en el cine y las series. La clave de su éxito está ligada a la propia vida de las mujeres, todas pasamos de la juventud a la madurez y finalmente a la vejez, y eso no tiene porque estar ligado a la edad que tenemos, sino a cómo nos sentimos en cada etapa de nuestra vida.

Cómo confrontamos los problemas, por ejemplo: podemos en un momento determinado, huir como hace Rachel cuando se marcha de su propia boda en el primer capítulo de la serie, siendo doncellas inmaduras, pero también podemos utilizar nuestra astucia y nuestra imaginación para resolver algo que nos atormenta como haría Phoebe, al más puro estilo de la anciana sabia.

Utilizar un discurso que apela a la consideración que tenemos de nosotras mismas, uniéndolo a un mecanismo de razonamiento que nos aporta paz, hace que esta sea una de las maneras más inmediatas y exitosas, no solo de identificarnos con los personajes, sino de crear nuestra propia identidad.

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